La gente sombra

Clasificación: Espectro no humano
Tipo: Agresivo
Grado de peligrosidad: Alto
Gente sombra

Los primeros reportes de los que se tiene noticia respecto a este tipo de apariciones datan del siglo XI en la Europa que iniciaba la Edad Media. En Francia, durante la construcción del famoso castillo de Cáen, Normandía se acusó la presencia de extraños demonios de forma humana y apariencia oscura, similares a sombras que impedían el avance de los trabajos en la obra que sería la Iglesia de San Jorge dentro del mismo complejo.  La inquietud entre los trabajadores fue tanta, que la obra tuvo que ser suspendida en varias ocasiones, presumiendo que se trataba de antiguos caballeros franceses que se oponían a la construcción, que estaba en manos inglesas.

El fenómeno se extendió hasta el siglo XIII, casi doscientos años durante los cuales el castillo y sus anexos no fueron ocupados en su totalidad, en buena medida por el miedo a estas presencias. No sería sino hasta 1202 cuando finalmente fue ocupado por franceses, que el fenómeno se redujo. Aparentemente, el propio obispo Arnaldo Amalric, habría sido testigo de aquellos seres, siendo afectado en su salud y estado de ánimo hasta el punto de ser enviado a una nueva diócesis en Toulouse.  Si bien no se tiene claro como es que se terminó con el problema, o si siquiera se terminó, lo que sí se tiene son relatos de la época que hablan de los caballeros fantasmales del castillo de Cáen, y son descritos como sombras.

En la nación Cochtaw, en los actuales estados de Alabama y Misisipi en los Estados Unidos, existía la creencia en un ser denominado NALUSA CHITO, que se traduciría como “figura negra y grande”. También el NALUSA FALAYA, traducido como “figura negra y larga”. Ambos constituían el equivalente al demonio cristiano y resultaban ser especialmente violentos, se les atribuían muertes de infantes y también se les nombraba IMPA SHILUP o “devoradores de almas”. Se les describía como sombras de gran tamaño y aspecto atemorizante. Si bien tienen aspecto humano, sus rasgos se observan exagerados, grandes orejas, ojos muy pequeños y de color rojo. Cuando una de estas apariciones llegaba a un campamento, había que abandonarlo de inmediato. Y antes de asentarse en otro sitio, había que asegurarse mediante cantos y ritos, de que aquella criatura no volviera a aparecer por ahí.  No se les consideraba como personas muertas, sino como algo más.

En el México prehispánico, el Alux, un ser creado por un brujo y que podía ser un guardián y en ocasiones una ayuda para las personas, también podía convertirse en una auténtica pesadilla, en su enojo, era capaz de proyectar sombras que actuaban por sí mismas, como si tuvieran vida propia y fueran no sólo atemorizantes sino especialmente agresivas.

En la época moderna, se acuñó el término “SHADOW PEOPLE” o “gente sombra”. Con la creciente de la investigación paranormal, se ha podido encontrar numerosos testimonios y relatos que nos llevan a pensar que hay algo más que simples leyendas; hay un fenómeno violento, agresivo y cuyas características son propias de seres de origen demoníaco. Estos son algunos de los elementos que se encuentran presentes en los relatos acerca de “la gente sombra”:

  • Suelen iniciar su manifestación como algo que se mueve por el rabillo del ojo, no son claras, parece ser más bien algún tipo de distracción de la persona o confusión, pasan casi desapercibidas.
  • Se fortalecen con el temor de las personas, lo que hace que paulatinamente cobren fuerza y tengan un crecimiento progresivo.
  • En un inicio se limitan a fenómenos visuales tenues, pero conforme crecen, pueden generar fenómenos kinéticos intensos, tales como objetos que vuelan, muebles que se cambian de lugar, agresiones físicas con objetos similares a un poltergeist pero mucho más agresivos.
  • Pueden ser asaltantes de alcoba, llegando a realizar ataques de carácter sexual, aún cuando no tienen una intención de tal, como lo tendría un íncubo o un súcubo, el ataque va encaminado a crear mayor temor.
  • Alteran la atmósfera de un espacio, provocan olores nauseabundos, en ocasiones olores fecales, en otras olores similares a algo que se corrompe o a carne pútrida.  No suelen ser persistentes los olores, duran instantes y desaparecen, pero en el momento que ocurren, no hay manera de disiparlos.
  • Alteran el entorno, provocan súbitos cambios de temperatura, a diferencia de algunos fenómenos fantasmales que siempre bajan la temperatura, las sombras pueden alterarla en ambos sentidos. Los investigadores que han enfrentado este fenómeno encuentran un detalle peculiar… sólo se altera la percepción, en realidad no cambia la temperatura.  A diferencia de los fenómenos fantasmales en los que sí se puede detectar un cambio drástico mediante termómetros digitales, en el caso sombra, no hay tal cambio, pero se percibe y se siente como si lo hubiera.
  • Afectan la percepción de las personas, pueden tomar apariencias, afectar en sueños y también generar ilusiones ópticas que van de lo inocente (niños o juguetes) a lo grotesco (monstruos, demonios y demás).

También a partir de los relatos se pueden encontrar varias formas de apartarles; pero generalmente son muy sensibles a la oración, a la presencia de seres de luz y a la limpieza de un hogar. Sí, limpieza física, suelen ser mucho más frecuentes en lugares en los que haya poca luz, suciedad y desorden; sobre todo en lugares que han estado abandonados algún tiempo. Y a la llegada de nuevos vecinos, suelen comenzar los ataques. Por ello se cree que pueden ser residentes de un lugar específico. Los objetos sacros, suelen mitigar su presencia, más no la alejan totalmente, pero dependiendo de la fe de las personas, estos objetos sacros pueden ser muy eficientes ya que al brindar confianza a la persona y robustecerla espiritualmente, reducen la posibilidad de acción de la gente sombra.

Sin embargo, también se cree que pueden ser atraídos por actos indebidos, juegos de adivinación, conjuros, brujería y encantamientos.

Una característica muy notoria es su apariencia, son imágenes planas, como si fuera un recorte de periódico que se mueve contra la pared, no lucen naturales, pueden verse en tonos inusuales, a veces pueden observarse detalles que no tienen lógica, como que sus ojos sean visibles aun cuando el resto sigue siendo una forma de sombra, en otras ocasiones se pueden ver detalles de la vestimenta o las manos.

A continuación, presentamos algunos testimonios que hemos recibido.

Mi hijo y las sombras (relato compartido por Ali L.)

Tengo tres hijos y cuando todo ocurrió eran pequeños:  Adan tenía 14 años; David, 12 y Sara, 7. Mi casa era una casa ruidosa, escandalosa, mis hijos eran muy inquietos y juguetones, siempre se escuchaban gritos, risas y peleas, mis hijos eran una verdadera revolución.

David, es un niño muy diferente a mis otros hijos. Es muy inteligente, es un niño que a los 5 años aprendió a leer solo; pero David lloraba mucho, siendo un bebé lloraba sin parar y sin aparente motivo, yo no podía entender qué le sucedía.  A los 3 ó 4 años de edad me decía cosas muy extrañas como “mamá yo no me quiero morir” y lloraba, lloraba mucho y no sabía cómo consolarlo y eso me dolía mucho. No obstante, desde los 7 hasta los 11 años estuvo bien, hubo calma. Pero después empezó todo de nuevo, solo que entonces fue mas difícil porque en ese momento él ya podía expresarse de manera más precisa en muchos aspectos. David dormía en su recámara con su hermano mayor; pero a veces, en las noches, lo encontraba al costado de mi cama llorando, temblando, pálido y sin poder hablar.  Yo lo abrazaba y le decía: ¿qué te sucede, qué pasa? Él no podía decirme nada. Así fue varias noches, hasta que un día me lo dijo: “mamá, en mi cuarto están unas sombras que no me dejan en paz, me miran muy molestas y no sé qué hacer”.

Decidí llevarlo con una psicóloga, pero no fue una buena idea. La psicóloga le explicó que la vida es como un perfume que, cuando se rompe el envase, su esencia permanece. Mi hijo pasó esa semana pensando ¿de quién serían esas “esencias” que no lo dejaban en paz? y ¿por qué estaban en su cuarto?

Dejó de asitir a la psicóloga. Entonces llegó a mi casa un familiar y le platiqué lo que me pasaba. Aquel pariente me dijo que su mamá se dedicaba a hacer limpias y a hablar con espíritus y me aconsejó que llevara  a mi hijo con ella.  En mi desesperación llevé a mi hijo con aquella mujer. En la entrevista, la señora me dijo que alguien estaba intentado hacerme daño, que alguien quería verme abajo siempre, pero como yo era una persona muy dura, no podía conmigo así que estaba atacando al pequeño que era una pesona más sensible.

En ese tiempo mi cocina estaba llena de mosquitas negras, de esas que rondan a los plátanos, a la fruta podrida. Aquella mujer hizo una limpieza a mi hijo. Para ello utilizó un huevo que yo le entregué, yo lo compré y lo llevé. Al estarlo limpiando, dentro del huevo se escuchaba una canica, como si hubiera algo dentro, fue muy extraño. Después me dijo que alguien había enterrado en un cementerio algo mío porque quería verme abajo y que no prosperara en mi negocio. Y así parecía, por más que me iba bien y ganaba, todo se iba como llegaba, aún siendo una persona ordenada.

Otra cosa que pasaba en mi casa es que en las orillas de las paredes se me acumulaba tierra, inusual, como de playa, no era propia del lugar que habito.  La señora me aconsejó hacer una limpia en mi casa porque las sombras no se iban. Lo hice y ese mes ¡terminé con dinero extra! Después de la limpieza mi niño durmió muy bien durante una semana.

Pero a la semana siguiente me dijo: “mamá, yo sé que la limpieza que hicieron en la casa fue por mi bien, pero descubrí que entre las sombras de mi cuarto existía una que me defendía y ella también se fue, ahora solo queda la que está afuera de la casa y me mira por la ventana y esa es la peor, mamá”.

Mi hijo no volvió a mencionar nada de sus sombras hasta  hace un mes. Mi hijo mayor bromeando preguntó: ¿tus sombras, por fin se fueron? Lo que me sorprendió fue la respuesta de David quien tan tranquilo le dijo: “ellas nunca se han ido, siempre han estado conmigo, solo que ahora no les tengo miedo”.

Sombras en la parroquia (relato compartido por el hermano Ignacio O.S.B. Q.P.D.)

Parecían niños, se movían, subían las paredes, subían al techo.

Las sombras ya estaban allí desde antes de que yo llegara, lo supe tiempo después, cuando mi antecesor me confesó que había pedido licencia porque no toleraba más aquellos seres y no porque tuviera un problema familiar como había dicho. Antes no había tenido el valor de confesar que veía aquellas sombras.

A mi llegada a San José, en el Estado de México, me sentí embargado por un enorme deseo de trabajar, había tanto qué hacer por aquella comunidad y tantas personas con necesidades de todo tipo, no solo espirituales sino materiales: de educación, de justicia, de buen consejo. Siendo un sacerdote joven con gran deseo de servir, me encontré en el lugar que deseaba.  Quizá por ello no noté en un principio aquel fenómeno que rondaba la casa parroquial.

Desde antes del amanecer comenzaba a trabajar: la misa de la mañana, confesiones, visita a los enfermos, atender personas en busca de consejo, recorrer las calles conociendo a las personas y claro, también la cantina, no para beber, sino para invitar a aquellas almas a volver al buen camino.  Por la tarde de nuevo me ponía a atender, a visitar el dispensario médico, a hacer la misa de la tarde y a descansar.  No había tiempo para ningún asunto personal, si salía de la casa, no volvía hasta muy entrada la noche.  Quizá por eso y por el cansancio, no me percaté que estaban ahí.  Pero ellas sí me habían visto, y comenzaron a hacerse evidentes.

Cuando puse mi despacho en la casa parroquial, fue cuando me di cuenta, todo comenzó como si fuera la sombra de alguien que viene llegando y pasa frente a la ventana, por la tarde, cuando ya no se ve el sol, pero hay aún claridad. Luego fue más notorio, de noche, ya no había manera de que hubiera sombras y sin embargo, ahí estaban, pasando por la puerta y entrando a la habitación, exactamente como si alguien entrara. Más de una vez me levanté a ver quién era, pero no había nadie.

Así fue creciendo el problema y comencé a despertar en la madrugada, oyendo voces, como si alguna persona estuviera hablando junto de mí, pero al encender la lámpara de noche, no había nadie, salvo la silueta en la pared que se alejaba rápidamente. Después ya no se alejaba tan rápidamente y al final, a pesar de la luz encendida, no se fue. Y  fueron llegando más.  Primero sólo una, luego eran dos o tres, luego aquello otro que no parecía una sombra humana, era algo diferente, grande y tosco.  La oración fue muy efectiva, se alejaban en cuanto comenzaba a llamar al Señor, pero quizá mi fe no fue tan grande y sentí miedo, y entonces comenzó lo peor: el frío. A pesar de ser el mes de mayo, yo sentía un enorme frío, los sonidos, las voces, los cantos y el extraño sonido aquel, el sonido de una persona sofocada, como si estuviera teniendo relaciones sexuales en mi propia habitación.  Me asaltó el temor de que pensaran que era yo, faltando a mis votos, de que pensaran que me estaba volviendo loco, de que me creyeran un alucinado. Callé y no mencioné nada, aún a mi confesor espiritual.

Pero antes de un mes se hacía evidente, mi fuerza para trabajar había menguado, pasaba horas en la iglesia con la puerta cerrada. Reduje mis salidas al pueblo, me parecía que apenas pisaba fuera de iglesia, aquellas cosas aparecían.  Las llegué a ver en plena calle por la tarde, luego en la tienda, en la plaza, marcadas en el piso como si me acompañaran varias al mismo tiempo, como si mi propia sombra fuera una de ellas.

El único lugar seguro se volvió la iglesia, aún la sacristía estaba invadida, y entonces llegaron los niños. Parecían niños, se movían, subían las paredes, subían al techo. Comencé a dormir bajo el altar, ahí todo era paz, pero por supuesto resultaba extraño y así fue como finalmente mi confesor supo de voz del sacristán que algo me estaba pasando.

Me relevaron de la parroquia pensando que el cansancio había hecho de las suyas,  me enviaron a un monasterio a descansar y recuperarme.  Me sentí tan afectado, tan derrotado, que estuve a punto de dejar los hábitos, de abandonarlo todo.  ¿Cómo podía ser pastor de un rebaño al que no pude defender, si el propio lobo me derrotó y salí huyendo?  Por fortuna el Señor iluminó mi camino y puso en el sendero al Padre Abel, un gran amigo y gran sacerdote, hombre de edad avanzada que había vivido la Guerra Cristera, después había estado en la Segunda Guerra, en el frente como capellán católico y luego en Guerrero, México, tierra de brujos. Ahora se había retirado a este tranquilo lugar.  Él no me creyó cuando dije que había salido de San José por cansancio, él no me creyó cuando dije que había tenido una decaída por enfermedad, él conocía bien a mi antecesor. Y sabía que algo ocurría en aquel lugar.

Pasados tres meses, mi reemplazo abandonó la parroquia, sin siquiera retirar sus cosas, no volvió tampoco a la orden, no se supo más de él.  Yo solicité volver a la parroquia, ahora repuesto y con el ánimo en alto, y con las enseñanzas del Padre Abel.

La oración se centró en la casa parroquial, varios miembros de la orden fueron asistentes mientras el Padre Abel hacía la oración, un antiguo ritual en latín, no fue sencillo y no fue rápido. Durante días estuvimos ahí, en medio de sonidos extraños, olores raros, cambios de temperatura y aquellas sombras que frenéticas se movían, cambiaban de forma, se volvían pequeñas y graciosas, como niños. Para luego volver a su forma macabra, grande y anómala. Las voces se dejaban escuchar amenazando, gritando obscenidades, mencionando con frecuencia el nombre del antiguo párroco, un hombre que había fincado sus reales en aquella parroquia.  Se hablaba mucho de que era alguien perverso, malvado y promiscuo. Controlaba despóticamente la vida de la gente, según las voces era él quién no permitiría que nadie más estuviera ahí, era él quien había dado el permiso de que ocuparan ese espacio. El cura aquel había fallecido años atrás, pero antes de morir había sido retirado de la parroquia ante el clamor de la gente. La parroquia quedó en manos de la orden.

Tras varios días de oraciones y bendiciones, la casa parroquial y todo el entorno de la parroquia quedó tranquilo, durante dos años más estuve oficiando en aquel lugar hasta ser trasladado a otra parroquia. No volví a ver nada más en ese tiempo, aunque de cuando en cuando, sentía la extraña presencia de un ser doliente, se sentía su dolor, su miedo, su castigo. Siempre he tenido la idea de que era aquel sacerdote malvado, tratando de no llegar al infierno.


5 respuestas a “La gente sombra”

  1. Estos relatos me han asombrado mucho, también he tenido experiencias con gente sombra, varias veces con forma masculina, pero sin ojos y una vez con forma de niño pequeño, como de cinco años.
    Gracias por crear la página, nos permite leer los relatos y más información.
    Saludos

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