Tesoro maldito

Tesoro maldito

Por definición, un tesoro es una concentración de bienes (dinero, joyas, objetos valiosos) perdida ,o bien, guardada y sin usar. Para cada quién el contenido de un tesoro puede variar, hay quienes considerarían un enorme tesoro al hallazgo de un fósil o de una pieza arqueológica.  Hay quienes consideran un tesoro al hallazgo de un libro inusual o que de alguna forma tenga un gran valor. Por supuesto, el dinero en cualquiera de sus formas se consideraría un tesoro.

Partiendo de lo anterior, podríamos decir que buscar un tesoro sin ser el dueño y encontrarlo, puede ser algo no del todo grato,  puesto que pudo haber sido algo de gran valor para el dueño original, pero para quién lo encuentra puede no tener ningún valor. Pero el hecho es que si alguien escondió aquello con cuidado y esmero, si lo protegió y guardó, es porque significaba algo en esta vida, y por ende, podría significar un valor adicional en otra forma de supervivencia de la personalidad y por ello  existiría el deseo de protegerlo.

Encontrar un tesoro no sólo puede no ser algo significativo en su valor monetario, sino que puede ser una verdadera pesadilla para quien lo encuentra, como en el caso relatado a continuación:

Ubicación privada, Puebla, México en 1998. Un grupo de trabajadores se encuentra reunido para iniciar la construcción de una nueva zona de almacenamiento techado para una empresa en crecimiento; se trata de varias bodegas, patio de maniobras y andenes de carga y descarga.

El sitio para la construcción es un terreno plano en las afueras de una municipalidad al oriente de la capital. Consiste en unas seis hectáreas de terreno que en su momento formaron parte de una hacienda (rancho agrícola del siglo XIX), aún se pueden observar restos muy deteriorados de la construcción original del casco (casa) y la zona de corrales.  Al no ser un edificio catalogado ni de interés histórico, se procederá con el derribo y retiro del lugar.  De igual forma se ha acordado con el municipio correspondiente el retiro de una docena de grandes árboles, sauces llorones y pirules, varios de ellos están totalmente secos. A cambio de ello se acuerda sembrar en el perímetro del complejo de almacenamiento un total de 120 árboles de diversas variedades.

Los trabajos estarán a cargo de un ingeniero de la localidad a quién los dueños conocen y le tienen confianza. Los trabajos inician de inmediato, numerosos trabajadores, equipos y maquinaria se reúnen y comienzan. Pasados algunos días de iniciados los trabajos todo marcha conforme a lo planeado; hasta que de pronto una cuadrilla que retiraba árboles de los límites del predio detiene su labor y hacen venir al encargado. El ingeniero llega un rato después y observa que han encontrado lo que a primera vista parece una sepultura, al intentar retirar un sauce, jalan las raíces  y esto hace que al pie del mismo aparezcan restos óseos: un cráneo y otros huesos que parecen ser humanos.  Se detienen los trabajos en ese sitio, el ingeniero reasigna labores a la cuadrilla mientras comenta que hará venir a un cura y que retirarán los restos para darles sepultura en el cementerio local.   Es un sábado, por ello, los trabajos se suspenden al mediodía y no se trabaja el domingo.

El lunes siguiente, los trabajadores vuelven a sus labores y encuentran que el macabro hallazgo ya ha sido retirado y en su lugar hay una excavación amplia de unos tres metros de profundidad.  El encargado informa a los trabajadores que los restos ya fueron retirados y que el sitio fue bendecido por un cura (sin especificar quién ni a qué hora) y  que pueden seguir adelante.

Todo marcha muy bien, la obra avanza hasta que alrededor de un mes después del incidente, uno de los veladores renuncia, antes de marcharse pide hablar con el encargado, al que le explica que durante la noche, en días previos ha visto una aparición, la aparición de un hombre vestido de negro con un traje de charro.  Lo ha visto cerca del lugar del árbol, como buscando. Pero cuando se acercó, la imagen desapareció.  El velador relató que la noche anterior, el fantasma se acercó a la caseta del velador, y con una voz extraña y atemorizante preguntó dónde estaba su dinero,  quería su dinero, y quería que se le avisara quién lo tomó, que lo devolviera o que pagara por ello con su vida.

Se entiende que el asustado trabajador comprendió que ahí no sólo había huesos, sino algún tesoro y que el encargado lo había tomado sin pedir permiso.  Después de eso, se marchó.

No tardaría mucho en sentir el efecto de aquella maldición el encargado, muy pronto sus noches se volvieron una constante pesadilla, despertando a las tres de la mañana sobresaltado para escuchar la voz de aquella entidad exigiendo su propiedad o el pago por ello.

Ansioso, acudió al cura de la localidad, pero las misas por el eterno descanso no funcionaron, tampoco funcionó el curandero de la región ni la bruja que visitó en la capital del estado. Se fue consumiendo, adelgazó en poco tiempo, como enfermo de un padecimiento terminal.

Poco después pidió a los trabajadores que hicieran una excavación, allí dónde había estado el árbol. Al excavar se hizo evidente que los huesos que ahí estaban, ahí seguían y que el encargado había mentido, no los había llevado al campo santo ni los había bendecido.  Con cuidado sacó de su auto varias cajas que colocó en el interior de la excavación y ordenó que se tapara.  Pero tampoco sirvió, al día siguiente volvió a venir el visitante, con aquella voz horrible informó al desafortunado encargado: “ya no quiero dinero, ya no me sirve, mejor te llevaré a ti”.

Según se cuenta, el encargado enloquecido corría por la calle pidiendo ayuda, diciendo que el diablo venía por él, que no lo dejaran hacerlo por favor. Delirante, trataría de contar lo vivido, pero realmente no pudo terminar de contarlo, habían pasado escasos cuatro meses cuando falleció.  Oficialmente fue debido a una anemia galopante por intoxicación.

Para todos, “el Inge” había tomado algo que no le pertenecía sin pedir permiso, sin agradecerlo y sin honrar al propietario.

Los tesoros no son de quién los encuentra, son de sus dueñas o dueños, de quienes los escondieron ahí, de quienes ya no están.  Se debe tratar con respeto, con gratitud por lo recibido y con calma, si no es para uno, no será y punto.

Escucha la historia sobre otro tesoro maldito en el siguiente video:

El misterioso tesoro de Montevideo

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