El monstruo de Florencia

Bárbara Locci era conocida como “La abeja reina” porque tenía el gusto por relacionarse con varios hombres aún teniendo un esposo y un hijo. “Varios zánganos”, como diría su esposo.

La noche del 21 de agosto de 1968 fue encontrada muerta.  Tenía 32 años y junto a ella estaba uno de sus amantes, Antonio Lo Bianco, también muerto.

Bárbara y Antonio.

Había asistido al cine con su hijo pequeño, al terminar la película y de regreso a casa, el pequeño se durmió en el asiento trasero del auto, momento en que Bárbara y Antonio decidieron tener relaciones sexuales, estacionaron el auto cerca del cementerio y comenzaron el juego erótico. Antonio comenzó a desvestirse y ella también, pero no pudieron llegar muy lejos. Alguien se acercó y disparó a quemarropa con un arma calibre 22, ocho disparos quitaron la vida a ambos.

El hijo pequeño de Bárbara fue sustraído del auto y llevado a una granja cercana en donde el asesino lo dejó en la entrada, al abrir la puerta el granjero sorprendido preguntó:

—¿Qué haces aquí?

A lo que el niño respondió:

—Mi madre y mi tío están muertos, un hombre los mató y me trajo aquí.

Al día siguiente y tras ser interrogado por la policía, Steffano Mele, esposo de la víctima reconocería haber perpetrado el doble asesinato con la complicidad de Salvatore Vinci, quien habría traído el arma y además también era amante de Bárbara. Mele declaró que estaba harto de saber que su esposa se acostaba con cualquiera que le pasara enfrente y por ello la había matado. Posteriormente había arrojado el arma al río y había llevado al niño a la granja.

Steffano Mele, el esposo.

A pesar de que la policía nunca encontró el arma, la confesión fue tomada como válida y Steffano Mele fue condenado a 14 años de prisión por el doble homicidio al considerar que habría sufrido un episodio de locura generado por la actuación de la esposa. Por cierto, la policía pudo contactar al menos a una docena de amantes diferentes quienes sabían que Bárbara era casada, ninguno fue responsabilizado.

Sin embargo, muy pronto la policía caería en cuenta que algo no andaba bien con su condena y con el cierre de caso.

Sábado 14 de septiembre de 1974. Han transcurrido 6 años y Steffano Mele está en prisión. Súbitamente un llamado a la policía hace estremecer a más de uno de los oficiales. Dos jóvenes han sido encontrados muertos al interior de su automóvil al norte de Florencia, en Borgo San Lorenzo, ese asesinato los remite de inmediato al ocurrido en 1968. Se trata de Steffania Pettini y Pascuale Gentilcore,18 y 19 años respectivamente.

Pascuale y Steffania.

Pascuale estaba semidesnudo dentro del auto y con numerosos impactos de bala, afuera, cerca del maletero estaba Steffania totalmente desnuda. Él tenía cinco heridas de bala; ella, tres. El arma, una pistola calibre 22 con un tipo de bala poco conocida, la cual habría sido fabricada en Australia en los años 50´s, no era algo común y tampoco era muy poderoso ya que ambos jóvenes fueron rematados a puñaladas con un arma blanca de hoja larga y un solo filo. La pareja de jóvenes según determinó la autopsia, estaba teniendo relaciones sexuales al momento del asesinato.

La policía siguió varias pistas, pero ninguna condujo a nada y el arma no fue encontrada, se hicieron pericias para determinar si había sido la misma pistola que mató a Bárbara y a Antonio; pero por el tipo de munición que se fragmenta y el tipo de casquillo, no fue posible una identificación plena, pero resultaba conspicuo que fuera el mismo calibre y un tipo de arma poco común.

No hubo detenidos, no hubo condenas, pero quedaba la duda… ¿era realmente Steffano Mele culpable?

Sábado 6 de junio de 1981. La duda creció aún más cuando cuatro años después la policía vuelve encontrar una pareja muerta, esta vez, con una variante espantosa.  Un hombre joven es hallado muerto en el volante de su automóvil, estacionado a la orilla de un camino solitario, a unos metros de ahí, fuera del auto estaba la chica, la novia. Carmela de 21 y Giovanni de 31, ambos habían sido atacados a balazos y posteriormente habían sido rematados usando un arma punzocortante. Pero esta vez el asesino había ido más allá, mutilando la zona genital de la chica y abandonando el cuerpo desnudo a la orilla del camino con una mutilación grotesca, pero realizada con pericia.

Carmela y Giovanni.

Los peritajes forenses demostraban que la pareja había estado en un momento romántico, y que ambos habían recibido disparos a corta distancia, al menos siete disparos entre ambos.  Posteriormente habían sido atacados con un arma de hoja larga, de un solo filo. La pistola que disparó era de calibre 22 con cartuchos similares a los usados en los casos anteriores. Esta vez la policía pudo identificar que los disparos del caso de 1974 y los del caso de 1981, provenían de la misma arma.

Se acusó a Enzo Scalletti, un sujeto que solía espiar a las parejas, un voyerista cuyo auto había sido visto en la zona y que era un viejo conocido de la policía. Aseguró no haber tenido nada que ver, pero la policía lo consideró sospechoso y fue puesto bajo arresto a la espera de más pericias y de un juicio. No encontraron el arma.

Sábado 24 de octubre 1981. Han transcurrido cuatro meses de los asesinatos de Carmela y Giovanni, el sospechoso está en prisión asegurando ser inocente. Y la policía es notificada sobre otro crimen similar a los anteriores.

Susanna Cambi, de 24 años, y su novio, Stefano Baldi, de 26 son hallados muertos cerca del auto en el que viajaban. Cerca de un mirador que era conocido por ser lugar de encuentros románticos cerca de Calezano, al norte de Florencia. Stefano estaba tendido sobre el asiento del auto con varios disparos y heridas de un arma punzocortante; Susanna estaba afuera del auto, desnuda y con varias heridas.

Las investigaciones periciales arrojaban la misma huella, habían recibido al menos ocho impactos de bala calibre 22 y posteriormente habían sido heridos con un cuchillo de hoja larga y un solo filo, esta vez de nueva cuenta, la joven había sido mutilada en la zona genital. También arrojaron un dato escalofriante, era la misma arma que había quitado la vida a las dos parejas anteriores y se sospecha que también a la pareja en 1968. Como dato adicional, la evidencia física demostraba que la pareja había hecho el amor momentos antes de la muerte.

A pesar de que la prensa daba cuenta de estos crímenes haciendo la invitación a no permanecer en lugares solitarios e inclusive algunos hoteles de paso hicieron ofertas a jóvenes para que usaran las instalaciones y estuvieran seguros, el hecho es que el asesino volvió a atacar.

Sábado 19 de junio, 1982. Paolo Mainardi, de 22 años, y su novia, Antonella Migliorini, de 20 están haciendo el amor en un camino provincial durante la noche, súbitamente alguien sale de los arbustos y comienza a disparar contra la pareja hiriéndolos, Antonella muere en el mismo momento alcanzada por un disparo en la cabeza, Paolo logra encender el auto y arrancar, pero está herido y pierde el control cayendo en una zanja. El asesino llegó, disparó a los faros del auto y terminó de disparar contra la pareja. Posteriormente ingresó al habitáculo, apagó el motor y retiró las llaves.

Escena del crimen, Mainardi-Migliorini.

Quizá debido a la prisa o la ansiedad de ser descubierto, el cuerpo de Antonella no fue mutilado y, además, Paolo seguía con vida a pesar de los disparos recibidos.  Sin embargo, y por mala fortuna, no sería descubierto sino hasta la mañana siguiente en condición crítica y agonizando. Moriría unas horas después sin jamás haber recuperado la conciencia. La policía identificó el arma como la misma que había cometido los anteriores crímenes y, de hecho, en un vuelco del destino, al comparar un casquillo de 1968 se dieron cuenta que también se trataba de la misma arma, la misma munición y hasta la misma caja de 50 balas comprada en algún momento de la década de 1950.

¡El asesino siempre estuvo suelto! En cuanto a Steffano Mele, había sido liberado ya, pero la policía consideró que tenía un cómplice que había seguido asesinando, pero ¿quién era?

Sábado 10 de septiembre 1983. Una pareja de jóvenes alemanes es asesinada, Horst Meyer y Uwe Rusch Sens. Pero el patrón no coincide ya que eran dos varones, se pensó que serían homosexuales, pero la teoría es que el asesino se equivocó. Los jóvenes dormían en una vagoneta a la orilla del camino, estaban de vacaciones y el cansancio los orilló a descansar ahí. Uno de ellos tenía el cabello rubio largo. El arma utilizada era la misma, una Beretta calibre 22, exactamente la misma que en todos los casos anteriores. Este asesino había estado matando ya durante 15 años impunemente. En el caso de los chicos alemanes, no hubo rito de mutilación, se entiende que descubrió su error y se retiró de ahí. No obstante, todo coincidía.

La policía armada con nuevos equipos de investigación y gente joven y fresca, logra descubrir algunas pistas; como por ejemplo que todos los crímenes fueron cometidos en sábado cuando no había luz de luna, y como dato particular, que las víctimas habían estado previamente en un sitio de entretenimiento. El primer caso en un cine y todos los demás en discotecas, saliendo de las cuales habían sentido el ímpetu de hacer el amor… y encontraron la muerte.  El asesino los había seguido en todos los casos.

También se detectó que casi en todos los casos, el asesino había tomado alguna pertenencia del bolso de la mujer, pero no dinero, ni joyas, sino algún otro objeto, un fetiche o recuerdo. También se pensó que esto podría tener relación con algún culto, Florencia fue escenario de crímenes satánicos en algún tiempo, la mutilación genital a las mujeres podría tener algo que ver con esto.

Pero de nada servían las pistas y las conjeturas, el asesino volvería a atacar.

Sábado 28 de julio, 1984. Vicchio di Mugello, justo al norte de Florencia. Dos jóvenes son hallados asesinados. En ambos casos las autopsias demostrarían que había sido atacados a tiros, disparándoles a través de las ventanas. Pero adicionalmente, la chica había sido mutilada en la región genital y en un seno, pero especialmente sádico fue el hecho de que el cadáver fue apuñalado 103 veces. El ataque había sido mientras ambos jóvenes estaban en un trance romántico. El arma era conocida de todos, la Beretta calibre 22, pero llamaba la atención la variación de tipo de ataque. ¿Se estaría volviendo más violento, más macabro o qué estaría pensando ahora el asesino?

Automóvil de las víctimas investigado por la policía.

Pero lo que más preocupaba es que el asesino podía ser cualquiera, y si no se daba un golpe de suerte encontrándolo al azar del destino, la policía no tendría ninguna forma de localizarlo, no tenían ni la más mínima pista.

8 de enero de 1985. Jean-Michel Kraveichvili de 25 años, y Nadine Mauriot de 36 son encontrados muertos, estaban acampando en la zona de San Casciano, en las afueras de Florencia. Ella recibió cuatro disparos: tres en la cabeza y uno en el tórax, el novio recibió cuatro también, uno de ellos en la boca. Todos fueron realizados a una muy corta distancia, a no más de 30 centímetros.  Por la posición y las condiciones de los cuerpos se pudo deducir que estaban teniendo relaciones sexuales cuando fueron sorprendidos y atacados, ella murió instantáneamente, el novio pudo levantarse y salir corriendo, siendo alcanzado por el asesino al más puro estilo de película gore, fue apuñalado hasta la muerte.

Jean-Michel Kraveichvili y Nadine Mauriot.

Como un macabro gesto, el asesino envió al día siguiente un sobre, limpio, sin ninguna huella, en su interior estaba una pequeña bolsa de plástico con un trozo del seno de la chica asesinada. Una prueba de que el asesino les llevaba la delantera.

Sobre enviado por el asesino.

Las investigaciones a lo largo de los años habían llevado a interrogar a más de 100,000 personas en toda Italia, algo sin precedentes, pruebas periciales y repetidas pesquisas que condujeron finalmente a un sospechoso: Pietro Pacciani. Fue detenido y enviado a prisión, se le condenó a cadena perpetua en un juicio sin evidencias claras, solo bajo sospechas, ni siquiera el arma fue encontrada, ningún objeto que pudiera haber pertenecido a las víctimas, nada.

La policía había llegado a Pacciani, que en ese momento tenía 68 años, por una serie de pistas entre las que figuraba el hecho de que este agricultor analfabeto había cometido un crimen similar en 1955, cuando encontró a su novia con un vendedor ambulante y los mató a ambos. Adicionalmente era un excelente cazador y taxidermista, lo que dio la idea de una mente torcida.  Pero al final, no tenían nada y cuando Pacciani presentó una apelación, fue liberado al no haber pruebas claras.

Pero poco después hubo nueva información y se dio la orden de apresarlo de nuevo. Habían surgido una serie de testimonios que ubicaban a Pacciani como miembro de una secta satánica, en el que había al menos otras tres personas involucradas.  La información había sido proporcionada por un sujeto que estando preso había asegurado ser parte de ese culto junto con Pacciani.

Pacciani en el juicio.

El arresto de los demás miembros llevaría a nuevos testimonios; pero fue tarde, si Pacciani era el asesino de Florencia o no lo era, se lo llevó a la tumba, pues antes de que lo pudieran arrestar fue encontrado muerto en su casa. Los pantalones en las rodillas y sin camisa, aparentemente un ataque cardiaco por consumo de drogas. Hay quienes afirman que fue asesinado por el culto al que pertenecía, para que nunca hablara. Los dos asociados que fueron enviados a prisión no han aceptado su participación en ningún culto y aseguran ser inocentes. Hasta el día de hoy, no queda claro si lo son o no, pero queda claro que la temprana teoría de un culto satánico se volvió muy fuerte, sumado esto a numerosos crímenes ocurridos en Italia y que tenían notorios tintes rituales, es de suponerse que así fuera.

Los crímenes dejaron de ocurrir hace casi 37 años, pero en realidad, el caso nunca se resolvió y el arma homicida nunca se recuperó, quedando la duda nuevamente… ¿realmente atraparon al asesino?


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