De madrugada en un banco argentino

Experiencia de Javier Oscar Ahumada

En el año 2011 trabajaba como empleado de seguridad en una casa central de un banco importante. Y, de noche, tenía la tarea de vigilar a la gente de limpieza mientras hacían sus tareas.

Yo era nuevo en el lugar, apenas tenía tres días de haber ingresado. Ya en la primera noche, cuando estaba haciendo mi tarea de vigilancia, pasaron cosas extrañas a las que resté importancia.

Era alrededor de la una de la madrugada cuando noté que sonaba el teléfono. Era muy raro ¿quién llama a esa hora? A mi compañero le pasó lo mismo. Me enteré en una charla que tuvimos en un break del trabajo. Juan me dijo: ¿no te parece raro que suene el teléfono a esa hora? Le contesté que me parecía que era el encargado que nos podía ver por las cámaras y que así nos demostraba que nos vigilaba. Quedó ahí la charla.

El sábado no iba la gente de limpieza, así que estábamos tranquilos. Eran las tres de la mañana, recuerdo que estaba de guardia en el frente del banco. Detrás de un vidrio antivandálico te sentías protegido ya que el banco no tenía rejas. Estaba mirando para la calle cuando en el vidrio vi un reflejo de una persona mirándome, pero adentro del banco, como si estuviera parado detrás de mí. Tenía el pelo blanco, medía alrededor de 1.70 metros y tendría unos 50 años de edad, parecía mayor. Me miraba fijo, con los brazos apoyados en la cintura, giré rápido y no lo vi. Me levanté del sillón y salí a buscarlo, pero no encontré a nadie. Automáticamente llamé por la radio interna, como la que usa la policía, notifiqué que vi una persona adentro. El encargado trajo a Juan y lo dejó en mi lugar. Me dijo “vos lo viste, así que salgamos a buscarlo”.

Recorrimos los siete pisos y los tres subsuelos. Revisamos cada puerta, entramos a los baños de hombres y de mujeres. No vimos nada, me quedé preocupado. Me fui a casa y me quedé con la sensación de que yo sabía lo que había visto, pero de que parecía un tonto ante los demás.

Pregunté a las personas de la limpieza y me contaron que ellas vivieron cosas inexplicables, por lo cual seguí investigando. Y me enteré de que en ese banco murió José, un hombre que trabajaba ahí, de unos 50 y tantos de años y de que él quedó en el baño encerrado por tres días, todo un fin de semana muerto en el baño por un paro cardíaco. Seguí buscando más datos y me contaron que les apagaban las aspiradoras, les abrían los grifos de agua, los llamaban por su nombre y sentían un frío por la espalda mientras trabajaban.

Una noche, haciendo el recorrido habitual marcando los puntos de control cada dos horas, una sombra me pasó por atrás y un frío espectral me recorrió la espalda. Miré automáticamente para atrás y nada…no había nadie.

Ocurrían más a menudo estas cosas, así que lo tomé como algo más normal. Otra noche mandaron un elemento nuevo, así que le mostré el lugar y sus tareas para que fuera aprendiendo los lugares y marcara los puntos de control. Todo estaba normal. Alrededor de medianoche hice el recorrido, que tardaba 40 minutos, y le dije a mi compañero que se fuera a dormir un rato ya que no había limpieza, que se quedara tranquilo y que tuviera cuidado de que no le enfocara la cámara nada más.

A los diez minutos vi que venía caminando pálido y con una cruz en la mano cerca de la boca, mostrando para todos lados. Le pregunté qué le pasaba y no respondió. Después de unos minutos me dijo qué pasó. Él se acomodó en el piso, volteó un sillón para usarlo de almohada y con la campera se tapó. Ayudaba que el piso era de alfombra, así que no tenía frío. Me contó que escuchó ruidos cerca, se acomodó para un lado y los ruidos no cesaban. Entonces se acomodó para el otro lado y ahí fue atacado por algo que lo ahorcaba contra el piso, pero que no podía ver. No podía llamarme y yo estaba a unos 30 metros, pero no escuchaba nada. De golpe eso lo soltó. Se reincorporó y vino hacia mí. Me quedé escuchándolo. Recordé la misma historia que me había contado otro compañero.

Esto siguió pasando durante los dos años que pasé ahí. Los hechos fueron los mismos, desde llamados hasta que te pasara alguien por atrás, que abrieran las canillas, que atosigaran a los nuevos o que apagaran las luces. José es uno de los fantasmas que vive en un edificio de los muchos que hay en el microcentro argentino.


Una respuesta a “De madrugada en un banco argentino”

Deja un comentario