El Orfanato

Relato literario de ficción

Por Sandra María Álvarez

 —No hay comida señora directora.

—Los niños van a pasar mucha hambre…

—Sí, pero no hay donantes y el ayuntamiento nos ha retirado las ayudas…

—Busque usted una solución…

Me encargaron casi un imposible, no sabía de donde sacar fondos para dar de comer a los pequeños, el orfanato estaba sentenciado a muerte, el ayuntamiento quería construir un edificio y derribar esto sin importarles lo que sucedería.

—¡Hombre, Señor López! ¿Cómo?¿Usted por aquí?

—He venido a hacer una nueva inspección, quiero saber si han reparado las goteras del edificio, los niños no pueden estar con goteras.

—Pues, sí, un vecino se prestó a repararlas.

—Veamos…

El Señor López era el enviado especial del ayuntamiento, no paraba de sacar fotos a todos los desperfectos del edificio y apuntarlo en sus informes para así tener una excusa y poder echar abajo todo esto. Subimos las escaleras y piso por piso fue tirando fotos a las ventanas, que si por aquí entra el aire frío, que si esta pared está sin pintar y pueden salir hongos, que si debajo de las camas hay moho. Todo eran fallos, odiaba a aquel hombre con todo mi corazón. Después de subir a la azotea y ver que, efectivamente se habían reparado las goteras, bajamos a la zona de los comedores y aquello fue desastroso. El Señor López apuntó con una sonrisa en su rostro que NO HABÍA COMIDA, y así era, las neveras estaban vacías y fuera, solo quedaban varios huesos de jamón con los que hacíamos sopa una y otra vez.

—Señor López, van a traer comida hoy.

—Sí, claro, ¿a qué hora?… Bueno, yo sigo con lo mío.

Aquella sonrisa, ya tenía la excusa, no sabía salir de esa y la hora de prepararles la comida a los cincuenta pequeños y pequeñas del orfanato estaba cerca. Tres horas después pude tocar la campana, todos los peques bajaron y ahí estaba la mesa llena de comida.

—Sandra, ¿y esto? —preguntó la directora con cara de rareza mientras los niños se acoplaban en sus sitios.

—Un benefactor nos ha traído comida en el último momento, ahora el Señor López no podrá cerrarnos esto, al menos por ahora.

—¿Quién ha sido el benefactor?

—Alguien del pueblo ha traído comida para unos días, al menos podemos hacer sopa—. Y así pasaron los días hasta que la policía vino a hacer preguntas.

—Doña Sandra María, ¿es usted?

—Sí, ¿qué desean?

—Pues verá, ha desaparecido un inspector del ayuntamiento y nadie sabe dónde está, también ha desaparecido su esposa y su hijo, se cree que se han ido, pero es raro porque no han dicho nada a nadie y tienen los dos coches aparcados en la puerta de la casa.

—¿Qué tenemos que ver nosotros en todo esto?

—Pues es simple rutina, sabíamos que iba a venir a hablar con ustedes, sabemos que el ayuntamiento está tratando de cerrar esto.

—Ah, bueno, es cierto, pero no lo van a lograr, haremos todo lo que esté en nuestras manos para que eso no suceda. ¿Han comido?

—Pues la verdad es que no, ¿por?

—Porque vamos a comer ahora, si lo desean, dos platos más…

—Pues mire, yo creo que nos vamos a quedar a comer aquí si no les importa, así vemos cómo va todo esto, podríamos ayudarles a mantener esto haciendo donaciones, nadie quiere que esto se cierre.

 —Claro, siéntense, en unos minutos tocaré la campana.

Bajé a las cocinas donde empecé a preparar la sopa, luego entré en la cámara frigorífica y cogí un gran trozo de carne para hacer albóndigas, al salir vi al guardia civil delante de mí.

—Vaya, ya veo que está preparando sopa.

—Pues sí…

—¿De qué es la sopa?

—De huesos, vamos, es un caldo con algo de carne.

—¿Huesos?

—Sí, jamón, ya sabe usted.

—¿No cree que esos huesos son demasiado blancos? Esos huesos no son de cerdo, ¿de qué animal son?

—Pues… de ave, ¿dije cerdo?

—Sí, dijo cerdo

—No claro, me confundí, es de ave…

—¿Qué tipo de ave? Son muy grandes para ser de ave.

—De avestruz, nos lo trajo un señor del pueblo.

—¿De avestruz?

—Sí…

—¿Y la carne?

—Pues de cerdo.

—¿A ver? Vaya, no parece carne de cerdo, mi padre fue carnicero toda su vida y yo ayudaba en la carnicería del pueblo, esto no es cerdo señora.

—¿He vuelto a decir cerdo? Corzo, un cazador nos trajo un corzo.

—¿Corzo?

—Sí.

—¿Puedo entrar en la cámara frigorífica?

—Pues no sería bueno, es por temas de higiene.

—No se preocupe, no voy a tocar nada…

—No, es que, no puede entrar, las normas del centro no lo permiten.

En ese mismo instante el guardia civil me apartó con su mano entrando en la cámara de los horrores, pudo ver colgado los tres cadáveres despiezados del Señor López, su mujer y su hijo. El guardia civil llamó a su compañero por radio y bajaron los dos, entraron en la cámara y comenzaron a vomitar, aproveché para cerrar la puerta y bajar la temperatura al máximo, sabía que su radio no podía emitir desde dentro, escuché varios disparos, estaban tratando sin lugar a dudas de abrir la cámara pero era imposible. La directora bajó y probó la sopa.

—Deliciosa Sandra, ¿dónde están los guardias?

—Pues se han ido, han visto todo correcto y lo mejor de todo, nos han dejado más comida para hacer albóndigas y huesos para sopas, los niños van a comer varios días más, démosle gracias a Dios…


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