Un ángel en la obscura noche

Relato de un policía anónimo

Durante toda mi carrera, mi actividad en la fuerza policial transcurrió en Unidades Investigativas, de Inteligencia Criminal y Lucha contra Narcotráfico. Conozco bien la mecánica de la noche, las ilusiones que crea la mente cuando el sueño invade el cuerpo, he aprendido a valorar los indicios en la tiniebla de la madrugada y a valorar cada cosa que se percibe con los sentidos. Aún así, hay cosas que nos llegan desde más allá de la vista, el oído, el olfato…son cosas que se perciben en otro nivel, desde otro plano y nos hacen pensar…sobre a qué nos exponemos….o qué nos acompaña en la oscuridad.

Era el año 1992, yo pertenecía a una Unidad ya disuelta para estos días…La División Delitos Especiales. Era un grupo heterogéneo de policías que nos dedicábamos a delitos que usualmente nadie investiga, o los toma con cierta reticencia, casos antiguos o raros. Toda esta tendencia comenzó con la investigación de estafas, luego práctica ilegal de la medicina, hechos extraños, sectas, delitos rituales… en fin. Por ello también, debo decirlo,  nuestros métodos eran heterogéneos, nuestras fuentes no eran del todo ortodoxas y se basaban en algunas personas con ciertas sensibilidades especiales para ver cosas que generalmente estaban ocultas a los sentidos. Pero ahí estábamos en los años 90.

Hago toda esta introducción para que se vea el contexto de esa época….hace ya bastante tiempo.

Yo tenía de compañero de trabajo a otro oficial, joven como yo, con habilidades y capacidades extraordinarias, acostumbrado también al trabajo nocturno por pertenecer en sus orígenes profesionales también a áreas de investigación que se desarrollaban generalmente en la nocturnidad. Nuestros ojos estaban acostumbrados totalmente a la visión nocturna, adaptados a ese medio.

Una noche, de invierno, del año 1992, se nos había comisionado para realizar unas averiguaciones sobre un homicidio y la información nos llevaba a tener que entrevistarnos con un personaje muy esquivo y siniestro del hampa de aquellos tiempos. La cita debería darse a las 12 de la noche en las inmediaciones del casino de la Ciudad de Paraná, en cercanías del parque Urquiza en zona de arboledas.

Ahora bien, antes de ir a la cita con el supuesto informante, yo debía pasar a buscar a mi compañero por su domicilio en mi vehículo para luego ir juntos al encuentro programado, el domicilio de mi amigo quedaba en cercanías de un barrio conocido por la policía por su conflictividad delictual ya en esa época, razón por la cual al estacionar frente al domicilio del compañero lo hice observando atentamente la zona, que era obscura , en una calle encajonada y con veredas altas. Al detenerme observé hacia arriba que mi camarada me estaba esperando en el tapial de su casa, unos dos o tres metros de diferencia desde el nivel de la vereda al nivel de la calle, que como digo estaba encajonada y con un nivel de piso mucho más abajo que la línea de construcción. Nada delante de mi coche, nada por atrás, un lateral del vehículo (del lado del acompañante) contra el terreno ascendente hacia las veredas. La calle en total obscuridad sólo alumbrada por una tenue luz amarilla de una farola colgante a unos 50 metros. Noche de invierno, muy fría. La vieja y fiel pistola Browning 9 mm. debajo del muslo daba respaldo presta a defenderme de todo mal. Detengo el auto y por un instante veo a mi camarada cerrar el portón y comenzar a bajar la escalera desde la vereda en dirección al auto, cuando de repente una voz femenina me dice: “disculpe señor”.

No es posible la sorpresa que me dio eso…volví la vista y ahí pude ver parada, al lado de la ventanilla de mi auto a escasos centímetros a una chica joven, de 18 o 20 años como mucho…totalmente vestida de blanco, con jeans blancos, una polera blanca y encima un pulover amplio de esos que tienen como pelitos largos.  También ella era muy blanca de pelo corto. Muy rubia. La voz era suave, pero decidida sin ninguna duda . Ante mi “buenas noches” me dice: “señor voy a la casa de una amiga aquí en el barrio, y en la calle, en el ingreso al barrio hay un perro que es muy bravo, no me deja pasar, es muy agresivo ¿me haría el favor de llevarme hasta pasar la zona del perro? Son unos cuantos metros nada más”.

Reaccionando como pude de la sopresa le dije que sí. Ella pasó frente a los faros delanteros para ingresar por la puerta del acompañante, mi vehículo era un gol de los primeros, cuadraditos de dos puertas. Cuando la luz la iluminó en el frente del auto pude verla con más claridad: era delgada, el cabello estaba cortado casi al rape en su nuca (un corte inusual para esa época) y un largo flequillo caía sobre su frente. Recuerdo la palidez de su piel, blanca. Muy blanca. El cuello delgado y con rasgos finos. Llegó hasta la puerta del acompañante y mi compañero, que ya estaba allí, le abrió la puerta y corrió el asiento para que ingresara. Una vez que ella se acomodó en el asiento trasero, haciendo diagonal con mi asiento de conductor y que mi acompañante también subiera y cerrara la puerta, doblé en “U” sobre la calle y subiendo una media cuadra, ingresé al barrio donde ella me había pedido que la llevara.

En el lapso de este recorrido y antes que se bajara comencé a recomendarle que nunca, nunca tenía que subirse a un auto con desconocidos, que era muy jovencita, que no se tenía que exponer así. Que ahora estaba a salvo porque estaba con dos policías, pero me tenía que prometer que no lo iba a hacer más y todo lo que se le puede recomendar a una jovencita en esas circunstancias. Ella me miraba directo a los ojos a través del espejo retrovisor…nunca la miré en forma directa, solo a través del espejo mientras le hablaba nunca olvidaré esa mirada, brillante, azul o casi violeta. Veía claramente sus ojos a pesar de la oscuridad, eran grandes, rasgados y resaltaban sobre la piel. Me miraban fijamente. No se desviaban ni un segundo de mi vista. Tenía una mirada dulce, y una sonrisa suave, complaciente, que se iba dibujando a medida que yo le decía estas cosas.  Nunca me contestó con palabras, solo con esa sonrisa y esa mirada. Llegamos a un lugar y ahí me pidió que me detuviera.  Luego de un “gracias” susurrado se bajó del auto. Mi compañero abrió la puerta para dejarla pasar. Yo esperé verla cruzar nuevamente frente a mis faros, delanteros o traseros del coche. Mi compañero ingresó al habitáculo luego que ella se bajara y ante mi pregunta hacia dónde se había ido, observo hacia todos lados y no la veo, las casas estaban cerradas y no había nadie cerca. Hacia mi lateral de visión había una vieja cancha potrero del barrio, si se hubiera ido por ahí la hubiéramos visto.

En el interludio en el cual mi compañero la deja de ver y me pregunta ella….desapareció. Nos bajamos del auto…miramos por varios minutos…pero era así. Había desaparecido en dos segundos. Ante mi pregunta si él la conocía me dijo que jamás la había visto en la zona, y él conocía a todos por ahí, hubiera sido difícil que hubiera pasado inadvertida porque algo la hacía muy llamativa, algo difícil de explicar. Incluso mi compañero pensó que esta chica había venido conmigo y se había bajado de mi auto para luego subir, porque él, que estaba hace rato allí, esperándome en la puerta de su casa, no la vio subir por la calle. En el lapso que bajó desde la vereda a mi auto la vio ahí parada, hablando conmigo.

Luego de este suceso que nos demoró por varios minutos, nos encaminamos a la cita con el informante…que se frustró, habíamos llegado demasiado tarde. Luego nos enteramos que nuestro informante posiblemente nos hubiera emboscado y la resultante de esa hipotética noche hubiera sido un desenlace violento.

Todo eso me hizo pensar que esa chica, esa extraña y pálida mujer de la mirada profunda, nos demoró a propósito…lo raro de ese encuentro, me hace pensar sin dudar que ella estuvo ahí, en ese momento, en ese lugar….para salvarnos. Nos protegió, de una forma muy sutil y delicada. Ella no era de nuestra naturaleza…pero intervino en la nuestra para torcer el destino. Un Ángel en la obscura noche, un Ángel para dos policías que pretendían protegerla…sin saber que ella era la protectora. Existen muchas cosas extrañas en las noches, algunas buenas. Algunas malas. Pero de algo estoy seguro…en el último segundo de mi vida terrenal…o en el primer segundo de mi existencia en otro plano…volveré a ver esos ojos y esa sonrisa. Y entonces…seré yo, quien le diga….Gracias.


Una respuesta a “Un ángel en la obscura noche”

  1. Esperanzador relato que nos deja un alentador mensaje de esas entidades protectoras que llegan en momentos de peligro o crisis en nuestras vidas para cuidar de nosotros.

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