Entes Azules

Clasificación: Espectro no humano 
Tipo: Agresivo 
Grado de peligrosidad: Alto para infantes

Al mencionar seres azules, cualquier persona mayor a 40 años piensa inmediatamente en… Pitufos.

No, no estamos hablando de Pitufos en este artículo, pero los encontrará usted en alguna otra parte de nuestra página.

La entidad a la que nos referimos es conocida como entidad o ente azul debido a que según se cuenta, normalmente se manifiesta emitiendo algún tipo de fulgor o resplandor de color azul claro que transmite una sensación de calma. Esto puede llevar a pensar en una manifestación angélica o de algún ser bondadoso, incluso en una advocación beatífica.

Durante la manifestación, la entidad suele moverse pausadamente y con ademanes suaves, lo que produce también un efecto de calma y seguridad.

Quienes aseguran haber visto estas manifestaciones, añaden que existe una cierta comunicación, si bien no son discursos, si perciben una voz suave que pronuncia el nombre del testigo, una voz dulce que llama con calma y con suavidad.

En algunas ocasiones se menciona que la entidad aparece con forma femenina, de cabello largo o un velo largo, vestido suelto similar a una túnica o un camisón. Esto hace que, sumado al fulgor azul, algunos testigos en un principio le hayan confundido con una aparición mariana o de alguna santa. En otras ocasiones aparece con la imagen de un varón de edad avanzada, cabello cano, facciones amables y sonrisa abierta.

A diferencia de los seres tipo sombra que alteran el ambiente negativamente, la aparición azul se manifiesta provocando la sensación de tranquilidad y calidez, lo que lleva al testigo a permanecer inmóvil observando o a moverse siguiendo las instrucciones de aquel ser. Se trata del efecto bombilla-polilla, en el que la persona no ve el entorno sino sólo la luz.

La entidad en sí misma no es el problema, sino el sitio que escoge para la manifestación; según se cuenta, estos seres escogen lugares peligrosos en los que los testigos pueden sufrir accidentes mortales como pozos, barrancas, puentes y balcones que no cuentan con rejas y lugares en los que físicamente la persona pueda morir. Ahí radica el grado de peligrosidad de estas manifestaciones, son cazadoras, atraen a la víctima hacia su muerte con la distracción de sus encantos.

De acuerdo con los testimonios y relatos, esta entidad no humana, busca causar muerte, es un demonio de muerte, un ser que se alimenta del dolor causado y del daño. Pero particularmente peligrosa para niños, ya que los adultos por su propia defensa mental y un mayor desarrollo racional, llegan a percibir lo anormal de la situación y buscan ponerse a salvo. Sin embargo, en niños pequeños, el riesgo es terrible porque pueden llegar a interpretar la aparición como algo positivo y benéfico, cayendo así, literalmente, en una trampa de muerte.

Por otro lado, y derivado de los testimonios existentes, se puede entender que no es una entidad persecutoria, una vez que alguien ha pasado de largo, la entidad no persigue a la víctima, sino que permanece en un mismo lugar, no se adhiere a las personas. Pero eso no necesariamente es bueno ya que este tipo de entidades pueden llegar a arraigarse en un lugar y ser vistas durante generaciones y causar víctimas en cada una de ellas.

Se cree que eliminando el lugar peligroso puede desaparecer la entidad, pero no es así, puede permanecer ahí a la espera durante el tiempo que haga falta hasta que algo cambie y pueda quedar libre. Desde el punto de vista demonológico, el tiempo de estos seres no se mide linealmente sino en actos o sucesos, lo que les permite permanecer latentes. De igual forma se dice que son inmunes a las oraciones comunes y que solamente un exorcismo mayor puede expulsarles de un lugar. Las entidades azules pueden también afectar animales cuando no pueden afectar a seres humanos, causando la muerte de éstos, especialmente de sus crías.

CASO: Señora azul en el pozo

Año 1948

Zona ganadera Zumpango en el Estado de México, México.

Una familia habita en el casco de un rancho ganadero, son la esposa y los cinco hijos del administrador, le acompaña también la nana y la hija de ésta. Han llegado al rancho a principios de marzo procedentes del norte de México.

El casco del rancho es una casona vieja con un patio central amplio y con comunicación hacia la parte de atrás, en la que se encuentran las caballerizas y la zona de recría, donde paren las vacas y se mantiene a las crías a resguardo. Están ahí las bodegas de avíos y el pozo del casco. La parte alta de la casa está en desuso, los techos se han deteriorado con el paso de los años y sólo se ocupa la parte baja en la que están las recámaras, la cocina, el comedor y la oficina del rancho.
Con frecuencia la esposa del administrador se encarga de atender la oficina mientras los niños y la hija de la nana juegan en el patio. Es un sitio seguro fuera del paso de ganado y de los caballos. El patio está rodeado por la casa misma y la entrada principal se cierra con una alta reja de acero, la comunicación con las caballerizas y la zona de recría está también cerrada por una reja.

Durante las tardes, especialmente cuando no se asiste a la escuela, el patio es un lugar muy ruidoso, hay risas, gritos y juegos. Los chicos van desde los tres años la más pequeña, los nueve años la mayorcita y unos 11 años la hija de la nana, quien con frecuencia asume el papel de hermana mayor. Aquel día cercano a la Navidad, como de costumbre, el barullo y los juegos no detenían su marcha, una pelota llegada a casa recientemente era el objeto novedoso, el juguete preciado que se usaba todo el tiempo, hasta que de pronto la pelota salió volando hacia las caballerizas, y con ello el temor de que tan preciado objeto se perdiera o fuera dañado por los animales. Aun cuando las caballerizas estaban prohibidas como zona de juego, los chicos asumieron que ir allá por la pelota no sería una falta grave y aprovechando que la chica de 11 años había ido a la cocina a un mandado, se envió al que consideraban el más valiente: el varoncito, un chiquillo de unos siete años regordete y simpático que sin pensarlo dos veces cuando vio abierta la reja cruzó para ir por el amado juguete.

La tarea se antojaba sencilla, cruzar la reja, correr hacía el fondo de la zona de recría y traer la pelota, pero al llegar allá, la pelota no se veía a simple vista por ningún lado. Esto fue llevando al chico por aquí y por allá caminando entre las puertas hasta salir al patio trasero, dónde finalmente encontró la pelota un poco más allá del pozo. Apresurado siguió avanzando a tomarla, pero su marcha fue detenida por una voz dulce que le interrumpió la marcha. Ahí, en el brocal del pozo estaba la señora, una muy linda señora de una voz muy dulce que le llamaba por su nombre:

Ente Azul.

—¿Qué haces por aquí?

—Buscando mi pelota señora.

—Es una linda pelota, muéstramela.

Siendo un niño pequeño y sin malicia, comenzó a caminar para mostrar el juguete a la señora, sonriente y halagado de aquella mujer que le hablaba y la cual según describiría, tenía un brillo azul “muy lindo” y sonreía al tiempo que con la mano hacía la señal de que se acercara más; insistente, pero al mismo tiempo dulce.

El místico encuentro fue interrumpido cuando la nana apareció corriendo por la puerta de la recría llamando al niño, al verlo, no pudo sino sentir que se le doblaban las piernas al verlo paradito en el brocal del pozo a punto de caer dentro, con la mirada perdida como mirando al vacío y la pelota de colores en la mano.

Para fortuna del chiquillo, la nana no era la única que había visto algo raro, uno de los arrieros había percibido aquel extraño brillo cerca del pozo y sin pensarlo, había corrido en esa dirección encontrando al niño justo a tiempo para cargarlo y sacarlo de ahí corriendo mientras maldecía en voz alta y arrojaba un cuchillo al piso junto a la puerta.

Una vez dentro, la nana explicó lo visto a la madre, pero el niño aseguraba que la señora no era mala, porque era de color azul y le hablaba con mucha dulzura.

Pero el miedo no terminaría ahí, ya que algunos días después, varios de los arrieros y las mujeres que hacían los quesos, vinieron a ver a la esposa del administrador, se sentían obligados a contarle que anteriormente, al menos en dos ocasiones, chiquillos de la edad del suyo habían encontrado la muerte en ese pozo, cayendo inexplicablemente en el interior y ahogándose. Más de uno aseguró que ahí habitaba un demonio. También durante los días siguientes, varios becerritos murieron poco después de nacer, aun siendo crías saludables de hembras fuertes, las crías morían. Y, finalmente, cuando una de las perras guardianas parió cachorros, todos murieron pocos días después de haber parido. Se entendió que el demonio estaba enojado por no haber podido llevarse al niño.

El pozo se tapó con tierra y rocas, se colocó una gruesa capa de concreto sobre él y se trajo al cura del pueblo a bendecir y celebrar una misa, al chiquillo se le dio la comunión lo antes posible y se le colocó un escapulario de San Benito, protector. Porque aún después de tapar el pozo, aquel chiquillo insistía en que escuchaba a la señora llamándolo y en más de una ocasión, lo encontraron caminando dormido, tratando de salir de la casa.

Terminaron dejando el empleo y volviendo al norte del país. A finales de los años 90, el rancho fue demolido y en su lugar se construyeron edificios de departamentos y viviendas de interés social. Según se cuenta, en el lugar donde alguna vez estuvo el rancho, han habido extraños decesos de niños en accidentes poco explicables.


4 respuestas a “Entes Azules”

  1. Desconocía la existencia de este tipo de seres, sabía que cuando alguna aparición no te intimida es algo bueno, pero ahora con todos estos datos tendré más cuidado. Gracias y saludos.

Deja un comentario