Dimensión paralela

Por Martin Castro.

Hermosillo, Sonora.

Estás en tu habitación a punto de dormir, parece ser una noche más, común y corriente, cuando menos lo esperas, te sumerges en el mundo de los sueños. Repentinamente, algo interrumpe tu descanso, un espasmo irregular recorre tu cuerpo, es de mañana. Al sentarte sobre tu cama todo aparenta estar en orden, por un instante te convences de que la noche pasó demasiado rápido y comienzas a pensar en tu desayuno, pero… mientras tus sentidos se van despertando, notas un silencio extraño, un silencio inusual, el sonido natural de tu ambiente es inexistente, no escuchas a tus vecinos, ni pájaros cantando, tampoco el constante retumbar de los autos en las calles, como si tus oídos se hubieran tapado.

Al levantarte, lo primero que haces es revisar tu teléfono celular, sorpresivamente el wifi y la señal están totalmente desconectados, acto siguiente, intentas encender tu televisor y ahí es cuando descubres que no hay electricidad, “un apagón seguramente” piensas de inmediato tratando de mantener la calma, pero al mirar la puerta de tu habitación, sumando las cosas inusuales que te acaban de suceder, tu corazón no puede evitar sobresaltarse.

Lentamente te pones de pie, caminas hacia la puerta y a pocos centímetros de tocar la perilla, alguien golpea la puerta del otro lado, considerando el silencio sepulcral, el más ligero sonido hace que te sobresaltes, pero lo más inquietante es que, por alguna razón, sientes que no reconoces el golpeteo de la puerta. “¿Qué pasa?” preguntas con naturalidad y en voz alta. Después de una pausa incómoda escuchas la voz de tu madre: “¡Hijo, buenos días! ¿Qué te preparo para desayunar?” Ella abre la puerta.

Sientes como la tranquilidad consuela todo el estrés por el que estabas pasando, pero ese sentimiento de alivio dura segundos cuando al acercarte con decisión a la puerta, gracias al profundo silencio, alcanzas a escuchar esa última frase que tu madre te dijo: “Abre la puerta”. Lo espeluznante es que logras captar que lo está repitiendo una y otra vez en voz baja, susurrando “abre la puerta, abre la puerta, abre la puerta…” Tu corazón se acelera, estás confundido y comienzas a sudar, mientras tu mano se aleja lentamente de la perilla, a duras penas logras pronunciar una frase y una pregunta: “Tú no eres mi madre… ¿Quién eres?”

El silencio aumenta por la inexistente respuesta del otro lado, pero cuando crees que puedes decir o hacer otra cosa un horroroso grito desgarrador explota detrás de la puerta donde supuestamente estaba tu madre. Un escalofrío recorre tu espalda, pierdes el equilibrio y caes de vuelta en tu cama, el estruendoso grito cesa y puedes escuchar como “aquello” se aleja de tu puerta rápidamente y baja las escaleras, tu mente está tan saturada que no puede procesar lo que acaba de ocurrir. “¿Qué mierda está pasando?” es lo único que logras organizar en tu pensamiento, sientes que te ahogas, te falta el aire, vuelves a revisar tu teléfono celular en busca de algo, lo que sea que te dé una mínima respuesta a la aberrante situación que estás viviendo, te golpeas, frotas tu cara con la esperanza de que todo es solo una pesadilla; pero lo sabes, sientes que tu terror es real.

Abrumado, los minutos pasan, estás envuelto en tus sábanas pensando qué deberías hacer. Mil cosas pasan por tu mente: tu familia, tus conocidos, aquello que está afuera de tu habitación… Tratas de buscar alguna señal del exterior, abres tu ventana, tomas aire fresco y hasta incluso consideras bajar escalando hasta tu patio trasero, pero la incertidumbre de aquella cosa afuera te desanima. Notas que el silencio no se limita a tus cuatro paredes, misteriosamente también está presente por fuera, piensas que el hecho de salir por la ventana te dejaría más vulnerable y sin un camino fácil de vuelta a tu habitación, así que lo descartas. Después de casi una hora eterna de pensamiento irracional, logras entrar en tus cabales, decidido, organizas un plan, sujeto a lo poco que tienes a tu alrededor, lo que sea para no seguir encerrado allí, tomas tu colchón como escudo y una funda de almohada con cosas pesadas adentro como arma, sin muchas opciones y poco sentido común, abres la puerta de tu habitación, corres sosteniendo tu colchón y la funda de almohada, listo para lo que sea, llegas a las escaleras y justo a punto de bajar, una estruendosa alarma penetra hasta lo más profundo de tus oídos, pierdes el equilibrio y caes por las escaleras.

Al recobrar el conocimiento, estás de vuelta en tu habitación, agitado y conmocionado, sientes como si tu corazón estuviera al borde de estallar, cuando de pronto, al mirar al costado de tu cama, una criatura espantosa intentando asemejarse a tu madre, como si de una dimensión paralela se tratara, pero con rostro deforme y emanando una sensación infernal, sostiene una pequeña caja de cartón color blanco muy familiar entre sus largos y delgados dedos. Con una voz de ultratumba susurra: “Lo olvidaste otra vez…”

Una descripción en esa pequeña caja pone “Clorpromazina” medicamento para el trastorno paranoide, mejor conocido como “Esquizofrenia”.


4 respuestas a “Dimensión paralela”

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